UN GOLPE DE EMOCIÓN, UNA OPORTUNIDAD PARA LA COMUNICACIÓN

Cuando un niño con TEA pega, la reacción del adulto suele ser inmediata y natural: sentimos el impacto, el enojo, la urgencia de frenar lo que sucede. No hay culpa en ello; es una respuesta instintiva y humana frente a algo que percibimos como peligro o descontrol.


El golpe aparece como un atajo: rápido, inmediato y eficaz para interrumpir lo que al niño lo incomoda. Desde su mirada, tiene sentido; es la manera que encuentra para manejar lo que no sabe expresar. Si no quiere algo, recurre a pegar. Si siente ansiedad, lo mismo. Si no logra comunicar lo que necesita, actúa así. En este sentido, el golpe deja de ser un problema de conducta y se convierte en un problema de comunicación y regulación que el adulto puede aprender a interpretar.


El golpe suele aparecer como un atajo. Es rápido, efectivo y corta lo que al niño lo incomoda. Si no quiere algo, pega. Si siente ansiedad, pega. Si no logra expresar lo que necesita, pega. Y en ese sentido, el golpe es menos un problema de conducta que un problema de comunicación y regulación.


La reacción del adulto es clave. Es natural sentir enojo, miedo o frustración; nadie espera mantener la calma ante un golpe. Lo importante es cómo canalizamos esa reacción. Si respondemos solo con gritos o castigos, el mensaje que transmitimos es: “Tu emoción es peligrosa y no hay lugar para ella”. Así, el niño no aprende a regular lo que siente, sino a esconderlo. Y cuando vuelva a experimentar lo mismo, es probable que el golpe regrese.


La alternativa no está en justificar la agresión, sino en validar la emoción y ofrecer otra salida. Validar no significa permitir todo ni dar un discurso complejo que el niño no puede procesar en medio de la crisis. Significa reconocer lo que siente y, al mismo tiempo, marcar con claridad lo que no está permitido. Al hacerlo, el niño descubre que su emoción tiene un lugar y el adulto encuentra una manera de estar presente sin desbordarse.


El adulto no necesita hablar mucho, necesita hablar claro. Frases cortas, gestos concretos, un tono de voz sereno pero firme. Sabemos que muchas veces no siempre se logra reaccionar desde la calma; a veces la tensión nos desborda. Lo importante es poder regresar a ella, porque esa vuelta enseña tanto como la calma misma. El niño quizá no escuche argumentos largos, pero siempre percibe el cuerpo del adulto cuando recupera la serenidad que lo sostiene y la firmeza que lo guía.


El golpe, entonces, puede abrir un camino. Un camino para enseñarle que el enojo tiene derecho a existir, pero que no todo modo de expresarlo construye. Un camino para descubrir juntos que hay otras salidas: pedir ayuda, apretar una pelota, tomar distancia un momento. Y también es un camino para el adulto, que aprende a guiar desde la calma y la firmeza, recordando que las emociones nunca son enemigas: solo necesitan cuidado.


La autonomía no nace de que el niño nunca se enoje, sino de que aprenda a reconocer y a expresar ese enojo de formas que no hieran. Y ese aprendizaje solo es posible cuando el adulto logra estar presente sin desbordarse, ofreciendo límites que son firmes pero también comprensivos. En ese equilibrio, el niño descubre su propia fuerza y el adulto encuentra que acompañar no es controlar, sino sostener con amor.


🌱 Herramientas prácticas: frases breves para usar en el momento


Cuando la crisis aparece, no hace falta buscar un discurso largo. Lo que ayuda es la claridad y la calma. Podés apoyarte en frases cortas, acompañadas de gestos o de algún objeto que sostenga la situación. No son fórmulas mágicas, pero sí pequeños puentes que ordenan el momento:


✋ “Enojo, sí. Pegar, no.”

🤚 “Manos tranquilas.”

🛑 “Pará. No, lastimar.”

🗣️ “Decí ‘basta’.”

🎈 “Apretá la pelota.”

🪑 “Sentate, respirá.”

👍 “Bien. Así está mejor.”


Al final, no se trata de actuar perfecto, sino de intentarlo cada vez con conciencia. Cada gesto, cada frase breve, cada límite puesto con calma y firmeza, transmite al niño que sus emociones importan y que hay caminos para expresarlas sin daño. Lo que realmente enseña no es solo la acción, sino la intención detrás de ella.